viernes, 21 de septiembre de 2007

Rumbo a Jaipur, tierra de Maharajas.






Hola, aunque ya llegué de Calcuta hace casi un mes, he decidido aceptar la sugerencia de una buena amiga y terminar el diario que lo dejé incompleto.
Bueno voy a ver si trato de reflejar lo que me pasaba por la cabeza en aquellos momentos, porque cuando una vuelve a España casi que se ve todo lo vivido como un espejismo, como algo que te pasó y que es una pena que se acabase. Viendo las fotos me transportan momentaneamente a esos lugares que visité y a la gente que encuentras en el camino. Ellos siguen con sus vidas allí saludando y sonriendo a los nuevos turistas que llegan y yo sigo aqui intentando que la rutina sea lo menos rutinaria posible.


JAIPUR. Esta fue nuestra entrada a Jaipur, los elefantes nos recibieron con su enorme cuerpo y sus pasos cansinos. Jaipur es la capital de Rajastán, con sus característicos edificios de color rosa oscuro, es una ciudad bulliciosa y un bombardeo para los sentidos. Sus fortalezas y magnificos palacios dan fe de su pasado real. Los carros tirados por camellos se mueven lentamente por las calles inundadas de coches, vacas, rickshaws, cerdos, motocicletas y peatones.


La ciudad debe su nombre, su fundación y su trazado al marajá Jai Singh II (1693-1743), gran guerrero y astronomo. En 1727, aprovechando la decadencia del Imperio Mongol, Jai Singh decidió construir una ciudad fuera del congestionado fuerte de la cercana Amber. Nada más empezar el día fuimos a Amber y el fuerte es impresionante, tienes la opción de subir en Jeep, muy barato, o bien en elefantes, opción más cara pero a la que un turista no se puede resistir, y eso hicimos. Aunque se vean con buen lomo y comodisimos, para nada, son incomodísimos, para colmo les ponen una silla con unos hierros que te los vas clavando. Pero eso de ir subida en un elefante como que te emociona y conforme subes al fuerte ver las vistas de la ciudad y del resto de elefantes que van subiendo cargados hasta los colmillos de turistas, te dan una sensación de felicidad. Que facil es ser feliz a veces.









Este es el fuerte de Amber a unos 10 km más o menos del centro de la ciudad antigua de Jaipur, la ciudad rosada.

Estaba todo lleno de turistas y sobre todo de turistas españoles, muchísimos. Aqui estamos los cuatro que alquilamos el coche, nuestro super cochazo de lujo, que se nos pinchó cuatro veces. Como dice Jose la primera vez hace gracia, la segunda vez te toca las narices, pero es que las siguientes ni te cuento. Nuestro conductor de todas formas lo hizo muy bien, era un artista en esto de cambiar ruedas. Lo más curioso es que se pinchaba una rueda y a los dos metros tenía un "taller" para arreglarla. Esto nos daba que pensar, los "talleres" habian puesto algo para que un coche se pinchara justo ahí, o es que una no se fija donde están los talleres hasta que te pasa esto, no sé el caso es que claro pinchabamos y arreglabamos. Por cierto se llaman Jose, Esther y Judit.




Además de hacer unas compras y del cansino regateo también fuimos al Palacio de la Ciudad muy bien restaurado además. Actualmente es una mezcla de rajastaní y mongol. Es una palacio muy grande y con muchos patios. Al otro lado de los patios principales del recinto se erige un edificio de siete plantas, el Chandra Mahal, que alberga la residencia del marajá, pero que está cerrada al público. La entrada cuesta un dineral y dentro hay una super tienda para turistas, pero que nadie compra, porque piensan que somos ricos, y lo somos es verdad comparado con ellos, pero cuando viajas en plan mochilero quieres ser un indio más, en los precios.






De Jaipur guardo un recuerdo bonito, me gustó la ciudad, nos hubiera gustado callejearla un poco más, pero el tiempo es oro cuando viajas y nos tuvimos que marchar para Puskas. Guardo un grato recuerdo del hotel, yo diría que el mejor del Rajastan. Cuesta trabajo encontrarlo, estaba un poco escondido y daba la impresion de que iba a ser una pocilga, pero cuando llegamos, nos impresionó. Tenia una terraza espectacular, la comida de lujo,y el ambiente mochilero y joven. La decoración estilo india pero no faltaba detalle. Hasta el tipo de la recepción era curioso, parecía coreano o vietnamita, o no sé oriental, pero tenía cierta gracia. Si es que la impresión de los hoteles ya empieza en la recepción.


Hice algunas compras como no, compré en la avenida principal que estaba llena de mercadillos, unos zapatos, de esos que sabes desde el primer momento, que nunca te vas a poner, por muy ponibles, clasicos y discretos que los compres. Eran de piel de camello, o eso al menos me dijeron. También que eran comodos. Y de eso nada, me los puse un día en el pueblo siguiente para probar, porque sé que en Españan, no los usaré ni como zapatillas de casa. Pues eso, me los puse, me destrocé los pies, y además pisé una boñiga de vaca bien grande, que hasta ahora no habia pisado y me los llené de olor y suciedad... mis zapatos nuevos!