martes, 22 de abril de 2008

Princesa de Kangasala

Aunque ya he escrito hoy, me apetecía también recoger aquí la historia de esta niña, la Princesa de Kangasala, y reflexionar sobre el destino de las cosas, de la vida, de los planes, de como se puede truncar todo en milésimas de segundo.

La pequeña Katja Liikka tenía seis años y una sonrisa angelical. Así la recuerda su padre, Mika Liikka, en la ciudad finlandesa de Kangasala. Sonriendo ilusionada, con la maleta preparada, entusiasmada. Su abuela se había jubilado y sus compañeras de trabajo le habían regalado un viaje a la Costa del Sol. Trazaron entonces un plan, pasar unas vacaciones las tres generaciones de mujeres de la familia: la abuela, su hija y dos nietas. Para la pequeña Katja fue un viaje sólo de ida. Una semana después falleció en el accidente de autobús que dejó otros ocho fallecidos y 19 heridos graves en Torremolinos (Málaga), cuando iban de camino al aeropuerto para volver a casa.

El sábado por la tarde, el padre de la niña, un pequeño empresario, volvió pronto a su casa, a 150 kilómetros de Helsinki. Esperaba ansioso la llegada de la familia. Cuando pensaba que ya estarían volando a Finlandia, sonó el teléfono. Eran las nueve y media de la noche. Vio con sorpresa que era su sobrina de 21 años, una de las cuatro integrantes de la expedición.

Al otro lado del auricular la voz quebrada de la joven sólo le dio un avance de la tragedia. Desde el hospital de Málaga, junto a la abuela y la madre de Katja, le contó que tras el accidente ella misma tomó en sus brazos a la niña y se la entregó, aún consciente, a la primera ambulancia que encontró entre el caos. Comenzaron horas interminables. ¿En qué hospital estaba su hija? ¿Cuál era su gravedad? No tuvo información oficial hasta el domingo por la noche. Entonces, sonó el timbre de su casa. Dos policías le daban la peor noticia. La pequeña Katja había muerto.

La familia ha hecho pública una foto reciente de la niña del álbum familiar. Viste un pijama marrón; su pelo castaño aún está húmedo tras una sauna. "Es así como queremos recordarla, con esa sonrisa angelical. Katja era nuestra princesa y no sé cómo nos sobrepondremos a esta tragedia", se lamenta el padre, que asegura que no se le ha pasado por la mente buscar culpables.

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